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Prólogos
Una Nueva Política Cafetalera
Prólogo
El cultivo del café en Venezuela hunde sus raíces en lo profundo de nuestra historia colonial. De lenta pero certera penetración, el arbusto, proveniente de Abisinia, nos llegó de Europa a través del Caribe y Centroamérica. Aquí, y en la hermana República Federativa de Brasil, llegó a tener más influencia económica y extensión territorial sembrada que en los lugares donde se le conoció primero.
Mantenido a lo largo de muchos como nuestro más importante
producto agrícola de exportación, ha sido alma y vida de la mayoría de las
poblaciones y ciudades andinas, y representa la actividad más genuinamente
campesina.
Hablar del café es referirse a pueblos que se han formado al impulso de la
explotación de fincas y haciendas, en Táchira, Mérida o Trujillo, es hablar de
la historia que guarda el esfuerzo, sacrificio y la esperanza de centenares de
miles de hombres venezolanos.
En mi Tovar natal, por ejemplo, la vida del café llenó todo un capítulo que se
inició en los años setenta del siglo pasado y que tuvo como epílogo la aparición
petrolera del Zulia. La Casa Burguera, fundada por el taribero Don Elías
Burguera, matriz del comercio y de la exportación cafetalera, llegó a ser la
entidad comercial más importante de occidente, a comienzos del siglo XX.
Con la exitosa producción vino el auge del poblado. En Tovar hubo colegios, con
enseñanza de idiomas, teléfonos, telégrafos, clubes, fábricas, casas
importadoras, periódicos, feria anual con corridas de toros, torneos de fútbol y
tenis, visitas de compañías de teatro y orquestas colombianas, etc.
Pero, a mi juicio, lo más importante del café siempre fue su sentido social.
Aquellas lejanas comunidades de la montaña siempre disfrutaron de una mejor
calidad de vida, de empleo para todos, de apropiados ingresos, como recompensa a
un esfuerzo que nunca contó con las facilidades que se conocen ahora. Entonces
no había vialidad, ni asistencia técnico-científica, y, sin embargo, la
globalidad de la producción llegó a ser decenas de veces superior a la de años
recientes.
Familias y pueblos enteros estuvieron dedicados apasionadamente al cultivo
cafetalero. Muchas generaciones entregaron sus vidas por la pasión familiar del
cultivo.
La presencia petrolera cambió el sentido y la historia del país. Una explotación
menos familiar, menos empleadora, pero aportadora de mayores ingresos, creó la
Venezuela rentista, la nación del ingreso fácil, la vida más urbana y menos
rural, e impuso nuevos modelos y criterios.
El país se transformó. Sin embargo, en la montaña andina, en Lara, Portuguesa,
Barinas, Yaracuy, Monagas, etc, se mantuvo el testimonio de la familia
cafetalera, con una producción que sin tener niveles fascinantes, sirve como
lección para hacer pensar por alguna vez en la tierra.
Pedro Pablo Aguilar, cuya infancia transcurrió en medio de los cafetales
trujillanos y cuya vida de político destacado ha estado influida por el esfuerzo
y la constancia del hombre de la montaña, hoy nos plantea un proyecto ambicioso,
pero real.
Es una reflexión muy seria sobre el café. No es una rememoración melancólica de
aquellos años en que éramos los segundos productores del mundo, sino una sentida
invitación a buscar en el café la vía para la reactivación económica,
especialmente en Estados con elevada depresión, y para enfrentar exitosamente el
grave problema del desempleo.
Piensa el Senador Aguilar que el país está requerido de un programa inspirado
por la grandeza, para hacer de la caficultura un pilar de la economía nacional,
para aliviar la escasez de recursos, para convencer al país de que estamos en el
tiempo de volver a la tierra y de reinstalarnos en el camino de nuestra
auténtica identidad.
Este planteamiento de Pedro Pablo Aguilar está caracterizado por una bien
lograda síntesis y recoge los aspectos fundamentales que debe contener una
política de aliento a la caficultura, concebida con un sentido económico y
humano, por encima de los intereses de grupos o partidos, y que reivindique como
envidiables aquellos tiempos en que nuestra dependencia era agrícola y estaba
basada en el trabajo de todos en procura de la grandeza de la patria.
Nilson Guerra Zambrano
Un Nuevo Sistema Electoral
PRESENTACIÓN
A lo largo de año y medio, el Senador Pedro Pablo Aguilar ha venido insistiendo
en la necesidad de modificar el sistema electoral vigente, para abrir paso a
formas nuevas de votación y para responder a los reclamos de actualización y
perfeccionamiento del sistema democrático, impuestos por la dinámica política
nacional.
El planteamiento del parlamentario y líder político, esbozado
con la hondura que acostumbra, ha sido llevado al Senado, Cámaras de Comercio,
Universidades, Ateneos, Asambleas Legislativas y otros escenarios de todo el
país, provocando diálogos y discusiones muy interesantes.
Ha habido unánime aceptación de los argumentos y, más bien, nuevos elementos han
sido aportados por quienes han intervenido en esas reuniones, lográndose
apreciar no solo un consenso sobre la materia, sino un reclamo general en
procura de realizar los cambios antes de que se produzca una nueva jornada
comicial.
La labor de Pedro Pablo Aguilar puede calificarse como pedagógicas en un sentido
político, pues ha llevado a densos sectores de venezolanos un tema enfocado con
altura y responsabilidad, pero igualmente puede considerarse como un serio
compromiso para el actual liderazgo político-partidista venezolano.
En efecto, el país ha podido apreciar una demostración de respaldo a la
instauración de formas nuevas de ejercer el sufragio en todos los sectores
políticos y se ha convencido a la opinión pública de la conveniencia de esa
reforma.
Sin, embargo, ese mismo liderazgo aparenta no estar tan decidido a abordar los
cambios y pareciera como si la discusión se diluye en medio de la constante y
variada polémica interpartidista, a pesar de las mejores intenciones de que ha
estado revestida la presentación del importante tema.
El efecto dinámico de las palabras bien podría depararnos un nuevo rechazo a las
formas tradicionales del sufragio, como ocurrió en las pasadas elecciones
municipales (1984), en proporciones nunca imaginadas, porque no solo las tesis
de Pedro Pablo Aguilar, sino también el debate en torno a la Reforma del Estado,
han convencido a los venezolanos sobre la necesidad de los cambios para
responder a sus propios reclamos de una mayor participación y una mejor relación
con sus representantes.
La Reforma Electoral es factible, ha sido estudiada con detenimiento. Es
conveniente. El propio Consejo Supremo Electoral, a través de su Presidente
Carlos Delgado Chapellín, ha señalado la conveniencia de permitir a los
venezolanos mayores posibilidades de participación. Y en el mismo sentido ha
habido pronunciamientos muy significativos en toda la nación.
El proyecto que presenta Pedro Pablo Aguilar, con la razonada argumentación que
contiene este discurso, plantea la Reforma sin necesidad de recurrir a una
Enmienda Constitucional, a través de una modificación de la Ley Orgánica del
Sufragio. Tiene la doble particularidad de preservar el importante rol de los
partidos políticos y no representa cambios bruscos que alteren la tradición
electoral venezolana.
Se trata de un sistema mixto de votación, en el que la novedad la constituye la
elección uninominal de los parlamentarios, combinada con la elección mediante
las ya conocidas planchas, sin afectar la disposición constitucional (Artículo
113) de la representación proporcional de las minorías.
Esta propuesta ya está en manos de los partidos. En AD y el MAS ha tenido
opiniones favorables por vía de los Senadores Pedro París Montesinos y Juan Páez
Ávila, pero será una decidida voluntad de cambio del liderazgo político
fundamental, de las direcciones cupulares partidistas, lo que hará que el
Congreso asuma su aprobación prontamente.
En caso afirmativo, si se aprueba, los venezolanos concurriremos a las votaciones de 1988 con mejores motivaciones y con la convicción de que estaremos ejerciendo más plenamente nuestro derecho de elegir.
NILSON GUERRA ZAMBRANO
Caracas, julio de 1986
Recomendaciones del Consejo Consultivo
al Presidente de la República.
PRESENTACIÓN
En una de las circunstancias más difíciles de la vida venezolana, un grupo de
personalidades, de diversos sectores y ocupaciones, sin vinculación con el
estamento oficial, asumió la tarea de integrar el Consejo Consultivo de la
Presidencia de la República.
La formación de este equipo ocurrió en los días de mayor confusión e
incertidumbre que se vivieron luego del intento de golpe militar del cuatro de
febrero.
Fueron variados los comentarios que se tejieron alrededor del Consejo
Consultivo. Los hubo alentadores y optimistas. No faltaron expresiones
pesimistas que anticipaban efectos frustrantes en la opinión pública. Se dijo,
incluso, que los miembros se exponían al cuestionamiento de la ciudadanía.
Los consejeros tomaron impulso en sus reservas patrióticas y cívicas para
cumplir el cometido, nada fácil, de aconsejar al Jefe de Estado, en momentos en
que el Poder Público parecía desconectado con el andamiaje popular. Eran días de
peligroso debilitamiento del liderazgo político, inmerso en dificultades para
enfrentar la adversidad suscitada por una crisis de raíces viejas y profundas.
Restablecer esa comunicación entre la sociedad civil y el gobierno fue el primer
objetivo, y se logró. La conjunción de méritos, seriedad, trayectoria de
honestidad y propósitos sanos, permitió generar la credibilidad indispensable
para servir como interlocutores.
Fue así como se concretó una rápida acción de dos semanas para consultar los más
variados sectores del país, de una manera tan ágil que provocó positivos
comentarios, aún en sectores proclives a oponerse a cualquier iniciativa
pública.
El Consejo Consultivo vino a ser una suerte de tribuna para la expresión de las
inquietudes globales de una sociedad deseosa de comunicarse con el Poder
Público, pero mantenida distante a lo largo de mucho tiempo.
A mi juicio, lo más trascendente, y menos publicitado de la labor, lo
constituyeron las sesiones de trabajo con el propio Presidente de la República,
señor Carlos Andrés Pérez, luego de largas jornadas de audiencias y de horas
dedicadas a la serena reflexión. En el despacho presidencial no sólo se
expusieron inquietudes y proposiciones, sino que también se hicieron
esclarecedores análisis.
El Primer Mandatario acogió numerosas propuestas en dos mensajes televisados,
anunciado un refrescante propósito rectificador de su gobierno. Entretanto, las
directivas del Congreso de la República coincidieron en señalar la voluntad de
asumir sus compromisos de manera inmediata.
Esa labor el Consejo Consultivo ha quedado plasmada en tres documentos,
suscritos en diferentes días. El primero es la declaración principista del
veintiséis de febrero, en la oportunidad de jurar en la sede ejecutiva de
Miraflores el cumplimiento del deber. Lo más relevante, por contener
conclusiones y recomendaciones, aparece en la presentación hecha al Presidente
el día once de marzo. Finalmente, una carta suscrita para reiterar la
implementación coherente de las propuestas y para advertir sobre el cuidado que
debe merecer la Reforma General de la Constitución de la República. La
comunicación fue remitida el primero de abril, dos semanas después de haber
concluido sus funciones.
Esta publicación que hoy se hace es pertinente para reiterar que las inquietudes
expresadas al Consejo Consultivo por numerosas personas, grupos, sectores e
instituciones, fueron escuchadas con atención y tomadas en cuenta; y para dejar
como testimonio una actuación signada por la honradez y el propósito de tener un
país mejor.
Sirve también para reafirmar que las recomendaciones no constituyen una
estrategia a largo plazo, o un programa de gobierno, como pudiera mal
interpretarse, sino que representan una propuesta oportuna de soluciones frente
a la emergencia, en dirección a generar estabilidad al sistema político.
Corresponde a los venezolanos emitir su dictamen y asumir el papel de vigilantes
de las ejecutorias del Poder Público, en función de hacer viables y plasmar en
realidades, las indicaciones que se hicieron con la mejor intención cívica.
NILSON GUERRA ZAMBRANO
Caracas, abril de 1992.
Presente y Futuro de los Partidos Políticos en Iberoamérica
Los problemas sociales de América Latina, expresados en pobreza, desempleo, deterioro de la salud, malos servicios públicos, deserción estudiantil, consumo de drogas, acción de poderes irregulares e inseguridad, no sólo mantienen tensiones muy severas, sino que han generado la convicción generalizada de que los partidos, como agentes de la política y protagonistas del gobierno, no han sido eficaces ejecutores del bienestar y de una apropiada representación de los ciudadanos.
Esta situación, que para algunos es solo una tendencia o inclinación de la opinión pública, se encuentra registrada en numerosas investigaciones y encuestas, tanto de universidades y institutos de estudio como de empresas y de agrupaciones políticas.
Resalta en todas ellas el criterio de la ineficiencia del aparato gubernamental, la desidia de los funcionarios y elevados niveles de corrupción administrativa, en los distintos niveles del poder público.
Como trasfondo se aprecia la inexistencia de una apropiada cultura democrática, lo que afecta el rendimiento político de las mayorías en cuanto a comprensión del hecho social y a la participación, pero que también incide en la mala calidad de muchos hombres y mujeres políticos, incluyendo estratos altos de la dirigencia conocida.
La poca confianza de los pueblos latinoamericanos en las instituciones democráticas (administraciones ejecutivas, parlamentos, tribunales, contralorías, partidos, etc.,) se nos presenta como una contradicción cuando los mismos ciudadanos expresan su adhesión a los regímenes democráticos, sustentados en los derechos, deberes y libertades.
En este sentido, conviene resaltar una primera cuestión. Los partidos son indispensables para el funcionamiento de un régimen democrático, en los términos universales en que se admite la condición de tal. Es decir, un sistema con división de poderes, alternabilidad, libertad, equidad, no violencia, no discriminación, etc.
Sin embargo, no corresponde a los partidos ser los únicos ejes de la sociedad, como lo fueron en un pasado reciente, en varios países, porque la intermediación entre el ciudadano y el poder admite otros actores que han llegado a constituir un entramado sistema de grupos, asociaciones y agrupaciones con voz propia en las áreas de su especialización o en las zonas donde actúan.
Una segunda. La orientación política que los ciudadanos tenían a través de los partidos y que estos expresaban de viva voz en las asambleas y difundían a través de los medios de comunicación social ya no es la misma y carece de la fuerza alcanzada en el pasado.
Los partidos buscan o intentan orientar, pero los medios - que ahora buscan ser ellos mismos el poder político - no se ocupan en exclusividad de sus declaraciones, manifestaciones o comunicados. Ahora los espacios son ocupados en mayor cuantía por voceros de áreas y actividades que como la economía, las finanzas y el comercio cobran un vigor como el que tuvo la política en el pasado.
A pesar de ello, los partidos siguen siendo la opción más concreta para interpretar las aspiraciones de la gente y para defender los intereses generales de la sociedad. Constituyen el apoyo institucional para transformar propuestas de todo el órgano social en programas y políticas públicas y para promover los consensos indispensables para que las ramas del poder ejecuten esas iniciativas.
La Fundación Popular Iberoamericana, basándose en las anteriores premisas, organizó en la capital de Costa Rica un Seminario Internacional para reflexionar seria y detenidamente sobre el tema de los partidos, con expertos, políticos y académicos, tanto de América como de Europa.
Pensamos que si los partidos son instrumentos indispensables para la democracia, una de las mejores contribuciones consiste en facilitarles elementos académicos y científicos para su propia revisión, lo cual es uno de los logros del evento y para su difusión se hace la presente publicación impresa.
Los documentos que ofrecemos ayudan a examinar con realismo y objetividad el tema de la institución partidaria, y permiten avizorar los cambios que son necesarios para hacer sintonizar la institución partidista con las realidades impensadas del ahora y con los signos nuevos de estos tiempos.
Creemos que junto a la muy útil reflexión y debate de ideas dentro del seminario es fundamental editar las disertaciones, ponencias e intervenciones, para que se profundice el estudio y se expanda el conocimiento de las nuevas tendencias en la politología, la investigación social y la evolución del pensamiento de los propios políticos.
Complace a los directivos de la Fundación Popular Iberoamericana esta labor editorial por entender con claridad su positiva contribución al perfeccionamiento y consolidación de la democracia.
Finalmente, expresamos nuestras palabras de reconocimiento a la Unión Europea por hacer posible, con su financiamiento, este evento internacional, celebrado en medio del mayor éxito durante los días 27 y 28 de noviembre de 1995.
Nilson H. Guerra Zambrano
Secretario de la Dirección General
Fundación Popular Iberoamericana
Caracas, Venezuela
Por una vida Buena, Justa y Solidaria
Prólogo
Miguel Ángel Rodríguez es una de las personalidades políticas más interesantes
de América Latina. Con sólida formación académica, transparencia moral y exitoso
ejercicio profesional, su actividad como hombre público se ha identificado con
una permanente preocupación social.
Años
de estudio, desempeño de funciones partidistas y gubernamentales e intervención
en numerosos eventos internacionales han permitido madurar su pensamiento, en el
cual lo político no excluye lo económico y social.
Una idea política sin una explicación concreta en un entorno humano y social
solo se justifica como una creación intelectual y ésta es ajena a la obra o
gestión de un dirigente verdaderamente comprometido con el cambio.
Por esa razón, al adentrarse en el fondo de la cuestión política, Miguel Angel
Rodríguez utiliza el estudio, el análisis y la experiencia para elaborar
propuestas de acciones ejecutivas y legislativas ante problemas concretos, como
las pensiones sociales, la política cambiaria o el sistema electoral.
Nunca olvida, además, que la cuestión moral domina nuestras conciencias y
ennoblece la actuación pública.
En esta publicación se recogen importantes trabajos de Miguel Angel Rodríguez,
en una etapa de su vida que lo llevó a desempeñar el liderazgo parlamentario de
Costa Rica, entre mayo de 1991 y mayo de 1992.
Este período puede calificarse como la etapa más perfectamente analizable de su
pensamiento y de su acción como hombre fundamental en la vida costarricense. En
ella destaca su profunda vocación legislativa, su gerencia política y un claro
apego a las raíces que inspiraron y guían el movimiento socialcristiano en
América. Su desempeño es la respuesta a un compromiso asumido para toda la vida.
Incluimos una selección de discursos y artículos referidos a distintos temas y
agrupados en capítulos o secciones:
Eficiencia económica con rostro humano
Solidaridad social
Democracia y libertad
Religión y sociedad
Cultura y educación
Ecología y ambiente
Situación internacional
Un buen resumen lo expresa el título "Por una vida buena, justa y solidaria".
La solidaridad social eficiente y focalizada a favor de los que menos poseen, la
lucha contra los privilegios de pequeños grupos de poder, la búsqueda humanista
del cambio económico y del desarrollo humano ocupan un lugar destacado en la
presente selección.
Resalta en el primer capítulo o sección un pensamiento económico donde lo más
importante es el ser humano. Se complementa con la explanación de un criterio:
la economía eficiente sin solidaridad social no es una economía humana.
En otro grupo de textos que un alto nivel de crecimiento en los renglones de
producción sin el adecuado funcionamiento de las instituciones democráticas, o
con prescindencia de ellas, no promueve el desarrollo integral y la superación
del hombre.
De esa discusión permanente sobre la concepción económica en la siempre vigente
Doctrina Social de la Iglesia hay un interesante trabajo en el cuarto capítulo.
El tema cultural - educativo, la ecología y la situación internacional están en
los restantes apartes.
La Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) se regocija con el
auspicio de esta publicación impresa, en la cual los lectores podrán percibir
ideas novedosas que conjugan con la mayor propiedad tanto la teoría del Estado,
como el análisis de la economía y el estudio del derecho constitucional, sin
alejamiento de la inspiración cristiana que anima nuestro compromiso
existencial.
Por ello, me resulta tarea muy grata presentar esta obra de un hombre que
seguirá escribiendo nuevos capítulos en la historia de Costa Rica y de América,
como lo hizo en doce fructíferos meses de gerencia legislativa nacional, durante
los cuales no faltó al compromiso socialcristiano y a su entrañable amor por la
patria natal.
Nilson Guerra Zambrano
Diputado al Congreso de la República
Caracas, diciembre de 1993
Tovar: Historia, Ferias y Tradición
En el camino real abierto en el segundo semestre de 1558 por el extremeño Juan
Rodríguez Suárez, nacido en la Emerita Augusta Romana que fundó Publio Carisio
veinticinco años antes de Cristo, los indios Mocotíes mantuvieron por décadas
sus tierras hasta que fueron repartidos en plantaciones agrícolas de la
geografía occidental.
Amigos del también hispano Francisco de Cáceres tomaron esos predios ( y dejaron
un pequeño resguardo indígena) para, progresivamente, dar configuración a un
poblado que con los años recibió las denominaciones de Nuestra Señora de Regla
de los Bailadores, Parroquia de Bailadores y Villa Tovar.
Ese Tovar, de ahora, es el mismo pueblo indígena invadido y devastado por
Rodríguez Suárez, atacado ( o pacificado como dicen las escrituras) por
Francisco de Cáceres, esclavizado por los encomenderos y liberado por el
sacerdote José Ceballos Obregón. Tiene la misma ubicación, sus inmediaciones
sirven para el cultivo de variados productos vegetales y ganadería, y su gente
es laboriosa, honesta y solidaria.
En Tovar se conserva el nombre de Mocotíes en imperecedero homenaje a los
pioneros, se sigue venerando a Nuestra Señora de Regla y se conserva la
hermandad (después de la rivalidad decimonónica) con la vecina Bailadores.
Es Tovar tierra de añeja herencia española. Es el lugar donde más se conserva la
tradición taurina sembrada por los ibéricos. En Tovar se conocen los festejos
taurómacos desde hace ciento cuarenta años. Y, para no decir más, su plaza de
toros es una de las mejores del mundo.
En ese pueblo, al que los nativos le decimos Ciudad y nos ufanamos al decir que
sus hijos despliegan talento por todo el mundo (tovareños han estado en Naciones
Unidas, Estados Unidos de América, China, Unión Soviética, India, Argelia,
España, Portugal o México, en relevantes posiciones), la vida transcurre en
medio de gran alegría.
Una de las épocas anuales de mayor entusiasmo es la festividad patronal de
Nuestra Señora de Regla (de San Agustín), aún más antigua que la actividad
taurina porque supera los tres siglos.
La feria reúne los hijos esparcidos por la República, en septiembre. Su
programa, a la usanza española, sigue congregando vendedores de productos del
campo, de animales, de aperos, de confites, de obras de arte, de artesanía, de
manualidades, de ropas, de calzados, de alimentos, etc. Hay juegos deportivos,
casino al aire libre, bailes, desfiles musicales y de carrozas, comparsas,
concursos y abundantes comidas y bebidas.
El ayuntamiento exalta de manera solemne el festejo mariano de Regla y, en
reunión de alcalde y ediles, invita a un hijo de la tierra para ofrecer un
discurso que siempre tiene reminiscencias de hechos de su vida infantil o
juvenil.
La prosa amena de Alfonso Ramírez Díaz, Domingo Alberto Rangel, Rigoberto
Henríquez Vera, Milena Sardi Muñoz, Mercedes Pulido Musche, Carmen Delia Bencomo
y Rafael Gallegos Ortiz se ha escuchado en el albero municipal. La densidad de
Simón Alberto Consalvi y Jesús Rondón Nucete no ha faltado. El detalle histórico
lo han reiterado los académicos Rafael Armando Rojas y Héctor Bencomo Barrios.
Uno de los más recientes discursos septembrinos corrió a cargo del abogado Luis
Enrique Bottaro, profesional del derecho con ejercicio dentro y fuera del país,
con un bagaje intelectual aquilatado y con una obra escrita que abrirá paso a
otras producciones revestida de la densidad propia del autor.
El discurso de Bottaro tiene la virtud de elogiar con gratitud la tierra natal y
rememorar el festejo en sus años infantiles y mozos, pero a su vez toma
elementos de otros escritores locales, para enfatizar vivencias ajenas y para
resaltar que su Tovar no solo es tradición sino también intelectuales de valía.
Es así como, a lo largo de muchos años, el municipio se ocupa de distinguir a
sus hijos, de reconocerle sus méritos, pero también de recuperar aspectos de una
tradición que no envejece y logra acumular recuerdos que sirven para estructurar
de mejor manera la historia del ferial más antiguo de Venezuela.
EL SURREALISMO PESIMISTA
Prólogo
La implantación de la nueva sociedad española en América no estuvo revestida de
la eficacia social y humana necesaria para conservar la cultura existente y para
ofrecerle al nativo una apertura integracionista orientada a asimilar sin
violencia el modernismo que suponían la lengua castellana, la religión católica,
el gobierno municipal y las costumbres del reino.
Funcionarios de la Corona - muchos aventureros y gente sin oficio conocido - y
abnegados sacerdotes anduvieron improvisando gobiernos locales y curatos, sin
tener en la mano o en la cabeza un proyecto concreto para implantar nuevos modos
de vida, respetuosos de la apacible vida y cultura de los primeros pobladores.
Los civiles apelaron a la fuerza bruta, mediante la invasión armada, con
violencia desproporcionada, logrando acabar con vidas y cultivos, y obteniendo a
cambio inmensos espacios de terreno que no fueron capaces de mantener y cuya
base documental - registros inexactos e imprecisos - sigue siendo hoy causa de
problemas.
Los clérigos pretendieron enseñar con la fuerza del Evangelio sin poder apagar
el disgusto que suponía la actuación de los súbditos de la realeza, lo que
echaba por tierra la eficacia cataquética en cuanto a hacer pensar (a los
evangelizados) en las ideas cristianas de hermandad, solidaridad y "compartir el
pan".
Bien temprano, en el futuro territorio venezolano, los naturales, también
llamados indios o aborígenes, resultaron los primeros marginados de la
"conquista" y "colonización", sin tener posibilidad alguna de oponerse a la
trasplantación de cultura e instituciones distintas.
Sobre esa sociedad nueva, que se fue haciendo con más empirismo que sensatez,
quedaron regadas las semillas del descontento, la indolencia, el desorden, la
inconformidad y la ausencia de metas comunes o un proyecto de integración
social. No se podía aspirar a lo contrario, luego de los despojos materiales y
culturales, y de la aniquilación.
Para aquellos hispanos civiles, carentes de las luces académicas de Madrid o
Salamanca, la aventura americana, sirvió para dejar atrás prisiones, deudas,
familias y obligaciones, y al tener que asumir determinaciones solo pudieron
dejar poblaciones en medios agrestes, empujar a los naturales hacia las montañas
y asumir los mejores valles y planicies para sus estancias de "pan y ganado".
Y sin haber alcanzado un desarrollo autónomo, sin tener un territorio delimitado
y sin que se quisiera reivindicar lo nativo, lo propio, el ascendiente humano y
cultura, vino la guerra de la independencia, como suerte de "tabla de salvación"
de un liderazgo nacido de la inconformidad y de la injusticia, pero también
fruto de la improvisación.
¿Era necesaria la emancipación si no había país, ciudadanía y cultura propia qué
defender?
Los hombres de las armas hicieron falta como los educadores y guías en escuelas,
colegios y universidades, para generar disciplina, lealtad e identidad, mientras
que los formadores de los seminarios debieron ser los custodios de la cultura
nativa - religiosidad, lengua, artes, ciencia, culinaria, normas, cultivos y
costumbres - apagada por la hispanidad.
La verdadera guerra tenía que ser contra la ignorancia y la pobreza, en pro de
la integración humana y geográfica, para generar una alianza capaz de superar la
herencia de dolor, error, improvisación, desconcierto y desilusión, bases del
pesimismo y surrealismo esparcidos por los dos siglos siguientes.
El surrealismo que genera pesimismo, aún cuando tenemos una inmensa riqueza en
las cavernas del subsuelo y un gran recurso humano desarticulado, hoy impulsa a
Luis Enrique Bottaro a lanzar este nuevo libro.
Bottaro, luego de años de lecturas, análisis y reflexiones, viajando por Europa
y América, cuestiona a todo el liderazgo histórico, pasado y presente, y deja en
el lector un reto a su conciencia personal para impedir que el surrealismo
pesimista termine por generar una mayor suma de infelicidad.
El autor busca con afán sincero que el país se levante contra la atávica
adversidad, que desarme los ejércitos del empirismo, que aflore una nueva
conciencia nacional para refundar el país sobre bases nuevas, acicateados por la
inminencia del bicentenario del comienzo de la emancipación.
Y en ese propósito, Bottaro usa el análisis desapasionado, con profesionalismo y
responsabilidad, para estremecer nuestra fibra nacionalista y bolivariana.
Sin temor reverencial deja a Simón Bolívar desnudo con su inmensa carga de
historia y desvaríos, y para no caer en parcialización muestra la farsa de los
heroísmos personalizados de Páez, Monagas, Falcón, Guzmán, Crespo, Castro y
Gómez. Deja, también, muy golpeado el contemporáneo liderazgo democrático.
Esta nueva obra del escritor nacido en la Cordillera de Tovar es dura con
nosotros mismos, los venezolanos, pero no deja de ser igualmente aleccionadora
porque estamos en la posibilidad de redescubrirnos como herederos de un pasado
controvertido y de revertir las tendencias que nos vienen inquietando y - ahora
- desalentando.
El autor es valiente al asumir esta temática en un libro sin los ribetes
escolares o académicos, cuyo destino es anaqueles las más de las veces sin
catálogo, y se expone, sin intento de evasión, a los consecuentes
cuestionamientos de quienes optan por sostener que el balance de los dos últimos
siglos es libertad, sin ofrecerle importancia al hecho de haber tenido solo una
incipiente felicidad, un inmenso gasto fiscal, grandes desigualdades sociales y
una mayoría con recursos para apenas sobrevivir.
Lic. Nilson Guerra Zambrano
Caracas, 25 de abril de 2005
En la primera semana del Pontificado de Benedicto XVI
UNA VIDA AL SERVICIO DEL PUEBLO
Prólogo
Apostolado y liderazgo de servicio
En un gesto que honra su nombre y enaltece su figura de intelectual, mi paisano tovareño Jesús Rondón Nucete asume con seriedad la biografía de un hombre sencillo del campo santacrucense, el médico José Ramón Cepeda Méndez, para expresar en nombre de la merideñidad gratitud y reconocimiento a quien supo andar por la montaña sin asumir roles ficticios y sin considerarse un ser excepcional.
Pero, justamente, eso es lo que fue Cepeda Méndez, un personaje sin parangón en el largo listado de gente que estuvo en la vida pública del siglo pasado y que desde numerosos lugares prestó servicios a la patria venezolana.
Rondón Nucete investigó numerosos detalles, con paciencia y rigurosidad, para dejarnos en estas páginas un relato ameno y fácil, como si se tratase del guión de una película, porque leer esta biografía produce dos sensaciones distintas: la literaria y la del asombro.
La primera es que estamos ante un autor que hace de cada momento un pasaje que se une a otro, sin permitir que se pierda el interés, y así - al concluir - queda uno satisfecho de haber conocido una obra de bien social irrepetible. Es lo propio de quienes escriben obras para adaptarlas al cine.
La segunda es que, de no ser por la trayectoria académica y credibilidad de Rondón Nucete, la vida de Cepeda Méndez - para quienes no lo conocieron o carecen de referencias - pudiera parecernos un imposible, que no es verídica, sino un relato novelado de un personaje metido en el páramo por la fuerza de las circunstancias.
Y es que personajes de esa calidad humana, de esa devoción por el trabajo, de ese sereno discurrir de la vida por los caminos del apostolado y el servicio, en estos nuevos tiempos, no se pueden encontrar o mostrar con facilidad, porque nuestro mundo ha sido invadido por otras formas de pensar y actuar, por los antivalores o por el irrefrenable deseo del lujo y el confort, sin mediar sacrificio alguno.
Conocí al Doctor Cepeda, como se le llamaba, en febrero de 1974, llevado hasta Mucuchíes por el también santacrucense Juan Rujano Márquez, quien en Mérida me habló de un personaje que constituía símbolo del servicio a la comunidad, de la fidelidad a los principios cristianos en la política y modelo de gerente en el gobierno municipal.
Los años siguientes me permitieron saber de sus ejecutorias públicas, desde su área profesional y desde su cargo de elección popular, quedando en mí bien dibujada la imagen de un ser cargado de humildad, honradez e indoblegable respeto a sus semejantes, cualquiera fuera su condición.
Por eso, se reafirma una convicción sobre quien supo dejar un camino sembrado de amor y esperanza, pero también - al concluir tan bien lograda biografía - queda la sensación de haber escuchado una lección magistral sobre ciencia política, más apegada a lo terrenal, concreto y vivido, y menos soportada en lo imaginario o en citas de escritores.
Cepeda mostró que es compatible el ejercicio de la profesión, con inclinación a reivindicar la vida, y ejercer la política sin enriquecerse y sin creer que el mandato popular es una suerte de permiso para abusar de la confianza de los ciudadanos y asumir poses ajenas a la solidaridad humana.
Una vida y una obra corrieron en paralelo en la montaña merideña para dejarnos un legado valioso, ejemplo y guía. Y Rondón Nucete lo asumió como tema para evitar que los nuevos tiempos, veloces y marcados por el desinterés o la incredulidad, hagan desaparecer un signo de orgullo para su numerosa familia, para sus amigos y para quienes siempre admiramos su temple y su profunda vocación de servir.
El Puente, Tovar, agosto de 2007
MATADORES DE TOROS VENEZOLANOS
Prólogo
La historia de la fiesta brava en Venezuela tiene muchos capítulos inéditos
por carecer de crónicas y relatos de años en los que se dieron los primeros
festejos y en los que las tardes de toros, o "juegos de los toros", para no usar
incorrectamente la expresión corridas de toros, no tenían las características de
ahora.
Los cronistas no abundaban. Si era un oficio incluso impreciso y muy reducido en
la España imperial de los siglos diecisiete y dieciocho, menos se podía esperar
que en las colonias hubiese relatos escritos.
En los archivos parroquiales o eclesiásticos, donde se conserva en mucho la
memoria de Venezuela, no hay detalles de los hechos taurinos. Se sabe que en la
yaracuyana ciudad de Nirgua, en ese pasado no documentado, están los más viejos
antecedentes, en tanto que en Mérida en 1778 hubo fiestas taurinas para festejar
el cumpleaños del monarca hispano.
Nirgua y Mérida pueden corresponder a una etapa del toreo a caballo o a juegos
acrobáticos, del mismo modo que encontramos en la historia española, sin que
esto pueda ser comprobado o que podamos darlo por certero en base a narraciones
orales.
Luego de investigar, al detalle, la historia del Valle del Mocotíes, donde se
asientan Bailadores, Tovar y Santa Cruz de Mora, sin tener un documento en la
mano, puedo suponer que las tardes de toros tovareñas (entre 1851 y 1866) no
eran otra cosa que auténticas "capeas", puesto que se citan grupos o comisiones
de responsables, sin nombres de toreros y sin identificación de la dehesa que
aportaba el elemento táurico.
En todo caso, lo trascendente es que la tauromaquia en Venezuela es un hecho
cultural heredado de la costumbre española y traído por los peninsulares que
vinieron después de Colón, en tiempos no precisados. Se trata de un festejo que
suma varios siglos y que en su trayectoria ha sido influenciado por la realidad
hispana y por las iniciativas propias de los nuevos protagonistas.
En el siglo diecinueve, y especialmente en su último cuarto, en Venezuela se
conocen nombres de toreros, para mostrar el lado del modernismo, pues la fiesta
pasa del anonimato - donde la importancia era del hecho taurino y no de personas
- a la nombradía de protagonistas.
Con el correr de los años son los toreros los hombres fundamentales y los que
llevan el público a las plazas, los que le dan sentido de rivalidad y
competencia a la actuación en el ruedo, y los que guardan para la historia los
mejores instantes o hazañas.
La historia del toreo agrupa muchos oficios, desde el de ganadero, mayoral y
médico veterinario hasta el de empresario, dueño de la plaza y autoridad, sin
olvidar a los subalternos, apoderados y periodistas. De cada actividad se podría
escribir un tratado específico.
Pero cuando se quiere resumir en pocas palabras una etapa o período, el
aficionado o el hombre de a pié abrevia con la cita de los apellidos Romero,
Guerra, Gómez, Belmonte, del pasado lejano y cuasi lejano, o con los recientes
apelativos de "Manolete" "Dominguín" y "El Cordobés".
Y es que al término de una corrida, la mayoría recuerda a los toreros y solo un
reducido grupo puede citar la ganadería, el empresario o el picador de éxito en
esa tarde.
Esos nombres representan tiempos, formas y modos, pero sobre todo son piezas de
una historia que se viene acomodando con sus hazañas, las cuales dan una
dimensión especial a los textos de historia taurina de cada país, porque no es
lo mismo hablar de tauromaquia española que hablar de la equivalente de México,
Colombia o Venezuela.
En tierras aztecas y mayas los apellidos sonoros son otros: Arruza, Ramírez y
Pérez, mientras que en tierras vecinas son Cáceres y Rincón y en nuestro patio
Girón, Sánchez y Girón. Todos metidos, aunque menos reconocidos, en la mismísima
historia hispana.
Lo importante de cada torero es que representa una continuidad histórica y que
su propia vida, con sus éxitos y desvelos, constituye un eslabón de la cadena
taurina que ejerce su influencia o conexión para que siga la fiesta y para que
en determinados lugares se consolide como arte y pasatiempo, a la vez.
Porque cada apellido, apelativo o nombre artístico es un icono de identificación
de uno u otro aficionado, y eso va creando un tejido de admiración o desafecto
que da a la tauromaquia aires de ilusión, polémica y crítica, cuyo círculo
envuelve a millones de personas.
Esos toreros son todos unos valientes y a la vez héroes. Unos lo son más que
otros, unos superan a otros, pero todos, vestidos de luces o de plata, a pié o a
caballo, con una vara o con un capote, tienen cualidades de valía, y a ellos
debemos que la fiesta haya llegado hasta nosotros.
En el historial taurino venezolano hay muchísimos toreros, y también toreras,
cuyo número puede superar el millar y medio, pero un grupo selecto, ligeramente
por encima del centenar pudo culminar sus anhelos y afición logrando ascender al
grado de Matador de Toros, un sitial del que varios se han bajado para ser
subalternos, en tanto la mayoría conservó con honor tan loable pergamino de
virtud.
Eleazar Sananes quedó investido como nuestro primer torero de alternativa en
España y su hazaña es punto focal de la historia venezolana, seguido por otros
compatriotas que imitaron y superaron sus logros y cifras, como son los casos de
los hermanos César y Francisco "Curro" Girón Díaz, campeones del toreo de España
en cuatro oportunidades, cada uno con dos primeros lugares.
Y al decir campeones solo quiero que se entienda la hazaña, entre los nuevos
aficionados y quienes no lo son, porque se trata de palabras de común uso entre
jóvenes y lectores de la prensa.
Los Girón siguen siendo los más grandes toreros venezolanos de toros los
tiempos, con sobrados méritos y con una estela de éxitos que será difícil
igualar, para no decir imposible, aunque de esto tiene bastante.
Muchos apellidos venezolanos siguieron corriendo entre la cartelería de España,
Portugal, Francia, México, Colombia, Ecuador y Perú, sin olvidar que también en
Marruecos, Bolivia y Panamá han estado impresos. Todos son hombres meritorios,
con aporte a la vida taurina nacional.
Esa es la razón por la cual el aficionado trujillano, del ande venezolano, para
evitar confundir con español o peruano, Marcos Araujo Fernández se ha ocupado de
buscar en viejos papeles, bibliotecas y archivos para escribir una relación de
los toreros criollos, dejando para la posteridad relatos de sus vidas y obras.
Araujo es un típico hombre de la montaña, devenido un buen aficionado que ve en
cada torero un esfuerzo meritorio y respetable, sin restarle a nadie arte,
calidad o personalidad, sino que pone por delante únicamente el interés por
preservar la cultura taurina para el futuro.
Eso lo llevó a ser un guardián de las hazañas gironeras durante mucho tiempo, a
ser parte de la autoridad en Maracay y a recopilar cuanto dato importante existe
para el bien de la fiesta brava.
Si alguien quiere saber los hoteles donde se vistió de torero César Girón o los
personajes a quienes les brindó faenas, busquen a Marcos Araujo Fernández y el
dato lo aportará con precisión histórica.
Este trabajo es un esfuerzo de muchos méritos, representa un homenaje para todos
los que allí se mencionan, es un bonito recuerdo y evocación de años idos que
siguen llenos de hazañas, constituye un orgullo para quienes fueron antecedentes
los hermanos Girón y para quienes buscaron imitarlos, y es, por encima de todo,
una excelente oportunidad para que no se pierdan elementos claves de la vida
venezolana.
Deseo que la obra constituya un éxito editorial y que las omisiones o carencias
puedan ser suplidas por otros escritores con igual o mayor deseo de apoyar la
proyección de la fiesta brava venezolana.
Lic. Nilson H. Guerra Zambrano
El Puente, Tovar, octubre de 2006
MENDOCITA
EL AUTOR
Ciro Contreras es uno de los periodistas venezolanos de mayor
capacidad y talento para enfrentar el tema deportivo, porque a su agudeza como
observador, sustentada en estudio y vivencia, une la responsabilidad y el
respeto, tan inusuales en el medio nacional.
De su etapa de bachillerato quedó una amplia experiencia de muchacho que, en
lugar de perder el tiempo en cosas inútiles, se hizo futbolista y cronista del
pueblo para dar los primeros pasos con un dominio total de la escena y sin dejar
espacio para que falsas apreciaciones y conceptos terminaran por debilitar su
estilo y su recia personalidad.
Es por eso que llega a Maracaibo a buscar la formación universitaria y sin
pérdida de tiempo aparece en la nómina del diario Crítica, para cumplir un ciclo
de afianzamiento y proyección, alcanzando la madurez en Panorama, donde llegó a
tener responsabilidades en el equipo de mando.
Esto lo dejó armado para incursionar en otros medios, como el radial con
programas novedosos y propios, el comentario en el difícil medio del ciclismo,
la dirigencia deportiva y la docencia, además de ser asesor de importantes
proyectos de cobertura nacional.
En Ciro se suman hoy la experiencia, la capacidad, el talento, la honestidad, el
análisis global del deporte asumido como una actividad social relevante y una
memoria prodigiosa para no dejarse sorprender por quienes manejan cifras y datos
edulcorados.
Todo lo anterior ha servido de buen soporte para que asuma una tarea inédita en
el periodismo y en el fútbol venezolano: biografiar a un célebre futbolista
venezolano, el caraqueño Luis Alfredo Mendoza Benedetto, el mismo y auténtico
Mendocita, referencia obligada del deporte nacional y personaje que, con los
años, ha visto acrecentar el reconocimiento de su paso por las canchas
nacionales y de numerosos países.
Es Mendoza un personaje con quien está en deuda el país venezolano, porque fue
la insignia patria en el balompié y el hombre que por primera vez alcanzó el
estrellato de una afición que sustentó por años el fútbol sin contar con
financistas de alta facturación, como ahora.
A su admirada técnica con el balón, Mendoza agrega personalidad y criterio,
además de ser indeclinable en sus ideas, lo que deja un amplio espacio para que
el escritor logre una obra que será de honda repercusión en el medio deportivo y
futbolístico en particular.
NILSON GUERRA ZAMBRANO
Periodista y Escritor
Prólogo
Mendocita así de simple fue una aguda sugerencia de quienes
están muy cerca de la obra y el apunte, hábil y con potencia, es definitivamente
certero por lo que significa en el país el ilustre biografiado.
¿Quién en el fútbol venezolano no conoce a Mendocita..?
Ahora vengo yo resume la singular personalidad del protagonista, que sin
equívocos y sin mucho protocolo, señala con natural franqueza nuestra
figura.además que recrea el juvenil pasado salsero de aquel que habla, pero
también de aquel que escribe, melómanos irreductibles que en ese particular se
identifican.
En cinco capítulos, siempre en primera persona, tal y como habla el caraqueño
personaje, transcurre el ameno relato, que va desde su infancia en Italia hasta
el día de hoy, en un esfuerzo literario por no ir a un tiempo de reposición.
El libro está hecho para aquellos que aman el fútbol, pero sin obviar a una
mayoría curiosa que lee en la búsqueda de algo novedoso.por eso se sustentó en
imágenes, que como dicen los que saben, hablan más que mil palabras.
Este producto deja en claro, que Luis Alfredo Mendoza Benedetto tiene una
humanidad sin límites y que a todo lo hecho, bueno y malo, le emerge una
convicción de justicia y de honradez, que como él mismo afirma "no quema ni
quemará la candela de la adversidad, ni siquiera la indiferencia de quienes
pueden hacer mucho daño".
¡Pitazo inicial..!
Nilson Guerra Zambrano
Caracas, Marzo de 2012
Presentación
Luis Enrique Bottaro Lupi (Tovar, 1947) pertenece a la
tercera generación de escritores de su tierra natal. Sigue los pasos de Claudio
Vivas, José Berti, Julio Consalvi y José Ramón Rangel, de la primera, Domingo
Alberto Rangel, Simón Alberto Consalvi, Rafael Gallegos Ortiz, Erwin Burguera y
Alfonso Ramírez Díaz, de la siguiente. Es autor de otras cuatro obras que han
agotado su presencia en librerías nacionales.
Lector asiduo desde su juventud, es afiebrado visitante de casas de libros en
cuanto país ha visitado, no por turismo sino en razón de su desempeño como
abogado corporativista de bufetes transnacionales y conferencista invitado.
Con una bien estructurada cultura literaria, agudo observador y certero en la
reflexión, hoy nos ofrece una visión de la sociedad universal, desde la persona,
proyectando su interioridad, con emociones, alegrías, temores e ilusiones, para
provocar en el lector evocaciones íntimas que producen identificación o
desacuerdo.
"Remolinos" es una obra es ligera para su lectura, fácil de entender y anima a
pensar y revisar, porque cada tema es familiar, cercano, a todos y el autor lo
presenta de manera apasionada, sin concesiones al disimulo o al ocultamiento.
Nilson Guerra Zambrano
Presentación
Pequeñas vivencias encierran grandes lecciones.
Las breves historias de Tolentino Pérez Soto relatan, a grandes saltos, en tres países suramericanos, una vida llena de fe, principios, compromiso y abnegación. De la frialdad sureña a la calidez del trópico, ha podido el título de estos bien logrados relatos.
El autor opta por la síntesis, en medio de prisas, para no abusar del lector, pero se queda corto porque con cada punto final del capítulo o "historia" no se descubre abuso o desconsideración, sino que se pasa la hoja con avidez en busca de una continuidad que no existe, que debe ser aportada por la imaginación de quien lee.
Tolentino tiene un estilo literario de alta calidad, fácil y ameno. Que entusiasma. Que se deja leer con inusitada rapidez, como para hacer honor al nombre de la obra: sin tiempo. Diría más bien, sin tiempo que perder.
Enhorabuena para quien ha sido un servidor de la democracia, un hombre del periodismo imaginativo más no especulativo, responsable y no ajeno a la ética, padre abnegado y mejor esposo. Amigo leal y consecuente.
Sus historias dejan lecciones que ilustran, como toda historia, que aleccionan y que nos llevan a reflexionar sobre realidades cercanas y presentes, sobre personajes y sobre hechos. Todo lo escribe con celeridad pero también con sabiduría y veracidad plenas, por ser el único autor, presente, de esas vivencias únicas e inusuales, vividas desde muy joven.
En ellas resalta su calidad humana, su evolución intelectual y su madurez política, todo lo cual ha permitido que su presencia en Venezuela haya sido de una gran utilidad para nuestra sociedad, lo cual, hoy, con estas breves líneas, motiva la expresión de sentida y sincera gratitud de los venezolanos.
Nilson Guerra Zambrano Periodista "neo paisano" del autor.
Presentación
En la Plaza de Toros "Vista Alegre" de Tovar, mi paisano José del Carmen Ramírez (Cheo), con quien me unía especial amistad por tener afinidades compartidas entre el beisbol y la tauromaquia, me presentó, hace tres décadas y media, al Licenciado Víctor José López (El Vito), caraqueño, periodista y aficionado práctico que estaba en el patio de cuadrillas, con traje campero andaluz, para luego debutar en el pequeño albero tovareño.
Me pareció un taurino interesante por lo que había leído de su diaria producción y ahora por observarlo frente a un pequeño novillo de casta. Este hombre tiene afición y sentido de la vida, porque no se puede pasar como amigo de la fiesta brava sin tener ese momento, feliz y dichoso, de ponerse ante un cornúpeta con capote, muleta y estoque, comenté entre cercanos amigos.
Aquella tarde hubo detalles artísticos, de López, que uní mentalmente a unos párrafos garciamarquianos leídos en una grata crónica de corrida capitalina publicada en Meridiano, entonces un diario de inmensa circulación nacional y hasta hace dos años la gran trinchera de la fiesta brava venezolana. Claro, me refiero a una crónica de esos días cercanos. Luego hubo muchas otras, leídas con especial agrado literario.
Por eso tomé buen concepto del periodista y aficionado, siendo por años su diario lector y beneficiario de sus lecciones. Una de ellas la de tener principios y criterios de la vida - con actitudes coherentes - y de la afición taurina, y volcarlos o manifestarlos en cada momento posible. Otra, la de tener identidad y convicción taurinas, para no pasar como espectador desinteresado e incapaz de darle un apoyo a la tauromaquia, siempre tan necesitada de hombres poseídos por la entrega, nobleza, pureza y rectitud.
Debo a López el haberme relacionado con el torero Francisco Oswaldo (Curro) Girón, un gigante de la amistad y del afecto, además de ser figura mundial del toreo. Dos veces llevé al tercer dinástico a mi Tovar natal. En una oportunidad con el siempre bien recordado colombiano José Humberto Eslava (Pepe Cáceres). Cartel para cualquier plaza. Con ellos, y Nerio Ramírez "El Tovareño", mi poderdante, iniciamos un recorrido festivo anual - por más de tres décadas - que nos llevó a tener la plaza más funcional del país, con artístico techo, numerosas oficinas, incluido museo, y consolidar una afición de primerísima calidad.
Y eso ha hecho López a lo largo de su vida profesional. Servir a la fiesta para llenar vacíos humanos y documentales. Aportar amistad y sinceridad donde no las hay. Y si juntamos sus escritos por años obtendremos la mejor historia nacional taurina, con detalles de días y semanas, y un devenir que se diluye en el recuerdo, pero que queda a buen resguardo en las hemerotecas.
Ahora, curtido por los años y entero en sus convicciones, fruto de análisis, reflexiones, lecturas, diálogos y debates fraternos, López nos ofrece un nuevo trabajo de extensión y contenido valiosos, en el cual deja que su memoria nos relate pasajes de lo que constituye la historia taurina contemporánea de Venezuela. Todo en medio de la responsabilidad de ser testigo, actor y protagonista, al lado de personajes emblemáticos de España, México y Venezuela, tanto del campo de la torería, como de la ganadería, del periodismo y de la empresa. Gente que estuvo a su lado, de la que mucho aprendió, como es el caso de los criadores aztecas, y gente que nos muestra con sus virtudes y carencias, sin disimulo y sin faltar a la amistad.
México resalta como un hito en la vida de López. Sus viajes a diferentes estados de la federación mexicana sirvieron para estar al lado de un maestro, tan genial como afable, Don Pepe Alameda, y de los mejores hombres del campo (Llaguno, Labastida, Haro, Chafick, entre otros), al mismo tiempo que prodigaba amistad a los grandes toreros, especialmente Manolo Martínez y Eloy Cavazos.
Hablando de figuras cimeras. Las crónicas sobre Luis Sánchez Olivares (Diamante Negro), los hermanos Giròn, César y Curro, César Faraco Alarcón y, en dúo, Rafael Ponzo y Celestino Correa, muestran que hubo años de grandiosidad taurina venezolana y que como legado histórico eso constituye un reto vigente.
Fortalecido en su fuero interno, como intelectual y taurino, la madurez ha servido para considerar a la fiesta brava venezolana dentro de sus carencias y debilidades, pero sin concesiones al encubrimiento de los errores y sin negar méritos a los muchos hombres que pasaron por las plazas en diferentes roles, especialmente como empresarios y ganaderos.
Visto el devenir, a la distancia de los años, sentimos la nostalgia de que aquellos años inventariados por López fueron muy relevantes, con las naturales improvisaciones y carencias, y que no volverán, especialmente porque profesionales como el aquí referido, ya no están en las mismas responsabilidades que cumplieron en el pasado de manera brillante y exitosa.
Memoria de Arena es obra de un apasionado de la fiesta taurina, de un intelectual que ha visto la tauromaquia con celo, seriedad y responsabilidad, y que no ha rehuido ningún reto o compromiso, sino que ha proclamado una adhesión para toda la vida, sin complejos y sin acomplejarse, especialmente en estos tiempos de escasa pujanza, de debilidad institucional, de ausencia de ardorosos defensores y de agotamiento numérico de los aficionados, aparte de sequedad de las fuentes de nuevos y buenos artistas, comunicadores, ganaderos y empresarios.
Esta memoria de López será de buena y provechosa lectura, especialmente para la grata evocación de aquellos que de una u otra manera estuvieron vinculados a los hechos recordados y para quienes procuren buscar causas y razones del actual panorama taurino venezolano.
Nilson Guerra Zambrano
Periodista e historiador venezolano con obra publicada
General del aire
Márquez Torres, expresión de pueblo, progreso y
democracia
La primera ve que oí nombrar a Gabriel Márquez Torres fue en 1970, cuando en un
listado de coroneles ascendidos a generales de brigada lo citaron entre los
primeros de la rama aérea, a lo cual se unió el comentario radial de José
Alberto Orozco de que el uniformado es nativo de la nueva Murmuquena, hoy Zea.
En aquellos años, no como ahora, las publicaciones impresas colocaban como
información relevante el cambio de grado de los altos oficiales. Los reporteros
acudían a las ceremonias de imposición de las estrellas o soles y se publicaban
fotos del preciso instante en que se consumaba el ascenso, en este caso al lado
del primer mandatario nacional.
En adelante vi con interés cómo se iban sucediendo los nombramientos del aviador
zedeño desde el comando de instrucción hasta el de operaciones y luego a la
Comandancia General, honor y responsabilidad que por primera vez asumía un
nativo del entonces Distrito Tovar.
Márquez Torres no se quedó allí, sino que al separarse del comando superior
ocupó la descollante posición de Inspector General de las Fuerzas Armadas
Nacionales, donde siempre hubo prevalencia de generales terrestres y sus
equivalentes marinos. Estando de segundo jefe, en par de oportunidades El
Nacional lo citó como encargado del Ministerio de la Defensa.
Pasaba a ser el oficial de mayor performance entre los nativos del occidente
merideño, en la etapa democrática, porque otro merideño, de Ejido, Luis Arturo
Ordóñez, también comandó la aviación militar.
Su formación y su carrera profesional vienen a constituir la perfecta conjunción
de la honradez humana y el desempeño eficaz de cada posición, para lo cual
dispuso de los valores inculcados en la casa y tierra natal, y del constante
estudio, no solo forzado por los cursos para los ascensos reglamentarios, sino,
fundamentalmente, por su agudeza en la observación, el análisis de situaciones y
la disposición serena para el cumplimiento de órdenes y misiones.
Fue testigo excepcional de hechos importantes en la vida nacional, de la alta
política y de la trastienda militar, incluyendo la consolidación de su fuerza,
lo cual le sirvió para formarse un criterio preciso sobre el papel de la
institución militar en el desarrollo nacional, dentro del sistema democrático de
libertades, y haciendo abstracción de las ambiciones de lucro y placer, que
también han estado presentes en la vida venezolana.
Compartió con mandatarios nacionales de diferente tendencia ideológica y supo
valorar el poder del sufragio electoral para imponer el rumbo de la sociedad, al
lado de que, igualmente, recibió de los presidentes el ejemplo del pleno respeto
a la profesionalidad militar, de una manera tal que ocupó posiciones por mandato
de jefes de estado a quienes ni siquiera había estrechado la mano.
Su desempeño mostró un hombre valeroso, convencido de su responsabilidad
institucional, creyente de la democracia y de la sumisión militar al poder
constituido por la voluntad popular, entusiasta partidario del desarrollo de la
industria aeronáutica y creyente en las reservas morales y humanas de la
sociedad venezolana, para alcanzar mayores niveles de felicidad.
Supo enfrentar con entereza las intrigas, bien difíciles que fueron, que le han
podido costar la carrera de las armas, porque dentro de sí tenía la fuerza de la
verdad, el apego a las leyes, reglamentos y normas, y no dudó de su acervo
doctrinario, militar si, pero rodeado de la visión democrática de nuestra
sociedad.
Es un ejemplo para la muchachada montañera andina que se forma en los liceos y
colegios, porque como niño aprendió el valor de la armonía y unidad familiar, y
como adolescente asumió los retos más difíciles para un ser sin respaldo de
padres pudientes o con trayectoria empresarial o académica. De su casa obtuvo
buenos ejemplos, enseñanza del sacrificio del campo agrario, disciplina, orden,
solidaridad y rectitud. De la escuela, con Félix Román Duque y Rita Mora de
Barrios, especialmente, aprendió que los estudios forman la personalidad y que
esta debe ser adornada con la firmeza de criterio y con el anhelo de un país
mejor
En Márquez Torres cabe aquella expresión callejera, de ánimo y convicción,
dirigida a quienes hoy buscan caminos y espacios para su formación profesional y
que suelen vacilar o ver el futuro con oscuridad: De que se puede se puede,
vamos a triunfar y a triunfar en plenitud.
Para el pueblo natal es una gran satisfacción saber que el Márquez Torres hay un
hombre integralmente zedeño, que vive y sueña con su terruño, que le canta a sus
arroyuelos y cerros, que es devoto de Jesús de la Cuchilla, y que supo hacer del
gentilicio un signo de distinción, dentro y fuera de Venezuela.
Para la aviación militar, próxima a cumplir cien años, es un motivo de orgullo
contar con este venezolano, formado y forjado en su seno, como profesional, en
este año 2019, cuando constituye el ser viviente (oficial general) de mayor edad
en la institución.
Nilson H. Guerra Zambrano
Periodista e historiador venezolano nativo de Tovar
www.nilsonguerra.com.ve
Caracas, 05 de marzo de 2019. Día de San Adrián, víspera de Cuaresma